Tras las celebraciones intensas de Nochevieja, el primer día del año en Colombia tiene un protagonista indiscutible: el sancocho. Ya sea de gallina, carne o trifásico, este caldo espeso y reconfortante se convierte en el remedio ideal para el “desenguayabe”, esa resaca física y emocional que acompaña el inicio del nuevo ciclo.
Más que una receta, el sancocho es un ritual colectivo que reúne a familias y amigos en torno a una olla humeante, cargada de sabor, tradición y afecto.
Un plato que reconforta cuerpo y alma
El sancocho colombiano se prepara con ingredientes sencillos pero poderosos: yuca, plátano, papa, mazorca, cilantro y proteína (gallina criolla, carne de res o una combinación trifásica que incluye cerdo). Cocido lentamente, este caldo espeso no solo hidrata y nutre, sino que reconecta con las raíces culturales del país.
Su poder reconfortante lo ha convertido en el plato por excelencia para “revivir” después de la fiesta, ayudando a reponer energías y restaurar el ánimo.
Tradición que trasciende generaciones
Cada región de Colombia tiene su propia versión del sancocho, y cada familia su toque secreto. En la costa, se sirve con arroz blanco y aguacate; en el interior, con ají casero y arepas. Lo que permanece constante es el acto de compartir: el sancocho se cocina en grandes cantidades, pensado para alimentar a muchos y prolongar la celebración en clave más tranquila y hogareña.
Impacto cultural y social
El sancocho no solo es un plato típico: es una expresión de identidad. En el 1 de enero, su presencia en los hogares colombianos refuerza el valor de la cocina como espacio de encuentro y recuperación. Además, su preparación colectiva fomenta la colaboración, la conversación y el descanso activo.
En restaurantes, fondas y casas de campo, el sancocho se ofrece como menú especial para quienes buscan iniciar el año con sabor y tradición.
2026 comienza con cuchara en mano
Este año, el sancocho reafirma su lugar como el plato estrella del 1 de enero. En un contexto donde la gastronomía cobra cada vez más valor como vehículo de bienestar y memoria, esta receta criolla se convierte en símbolo de renovación.
Porque no hay mejor forma de comenzar el año que con un caldo caliente, rodeado de afectos y con el sabor profundo de lo nuestro.



