Los vinos colombianos están dejando de ser una rareza para convertirse en protagonistas de ferias internacionales, cartas de restaurantes y góndolas de supermercados en mercados como Estados Unidos, España, Chile y México. Con una producción que combina innovación tecnológica, adaptación climática y rescate cultural, Colombia comienza a posicionarse como un nuevo actor en el mapa vitivinícola latinoamericano.
Según el último informe de Expert Market Research, el mercado del vino en Colombia alcanzó un valor de USD 197,2 millones en 2024 y se proyecta que crecerá a una tasa anual compuesta de 4,2% entre 2025 y 2034. Este crecimiento está impulsado por el aumento del consumo interno, la profesionalización del sector y el interés internacional por vinos con perfiles únicos.
Terruño tropical y diversidad de cepas
Aunque Colombia no cuenta con las condiciones tradicionales de los países vitivinícolas, regiones como Boyacá, Santander, Cundinamarca y Valle del Cauca han desarrollado microclimas aptos para el cultivo de uvas viníferas. Productores como Viñedo Marqués de Villa de Leyva, Viña Sicilia y Viñedo Ain Karim han apostado por cepas como Cabernet Sauvignon, Syrah, Malbec y Sauvignon Blanc, adaptadas a altitudes entre 2,000 y 2,500 metros sobre el nivel del mar.
“La altitud y el clima tropical nos permiten obtener vinos con buena acidez, aromas intensos y una personalidad distinta. No competimos por volumen, sino por autenticidad”, afirma Camilo Rojas, enólogo de Viña Sicilia.
Exportación y reconocimiento internacional
En 2025, la exportación de vinos colombianos ha crecido en volumen y valor, especialmente en el segmento de vinos boutique y de autor. Ferias como ProWein (Alemania), ExpoVino (Chile) y Fenavin (España) han sido vitrinas clave para mostrar el potencial del país.
Además, iniciativas como “Colombia Tierra de Vinos”, impulsadas por ProColombia y el Ministerio de Agricultura, han fortalecido la imagen del vino colombiano como producto de calidad, identidad y sostenibilidad.
Enoturismo y cultura vitivinícola
El auge del vino también ha dinamizado el turismo rural y cultural. Viñedos en Villa de Leyva, Suesca y La Unión ofrecen experiencias de cata, recorridos guiados, talleres y eventos que conectan al visitante con el proceso productivo y la historia local.
“El vino colombiano no solo se bebe: se vive. Es una forma de conocer el territorio, la gente y la transformación del campo”, comenta Laura Gómez, directora de la Ruta del Vino en Boyacá.
Una tradición emergente con sabor propio
Aunque joven, la industria vitivinícola colombiana avanza con paso firme. Su crecimiento refleja una apuesta por la innovación, la sostenibilidad y la construcción de una identidad enológica propia. En cada copa hay más que uvas: hay territorio, visión y una nueva narrativa que transforma lo local en universal.